Diabetes e implantes dentales
La diabetes es una enfermedad con una alta prevalencia en la población, y con una implicación ya demostrada en la evolución y pronóstico de la enfermedad periodontal.
No está tan clara su influencia, en cambio, sobre los tratamientos con implantes dentales, aunque parece haber un mayor índice de fracasos en pacientes diabéticos, comparados con la población general. La mayoría de estos fracasos se producen durante el primer año de carga funcional, lo que parece apuntar como posible causa a los trastornos microvasculares derivados de la diabetes.
Los problemas más inmediatos pueden ser tras la cirugía, ya que la hiperglucemia compromete la cicatrización de los tejidos blandos, retrasándola y aumentando el riesgo de infección de la herida quirúrgica
En cuanto a las alteraciones óseas, digamos que hay dos tipos de Diabetes: la tipo 1 es una enfermedad de origen autoinmune que hace necesario el aporte de insulina, mientras que la tipo 2 es de origen multifactorial y su tratamiento no precisa necesariamente de la insulina.
La tipo 1 produce un descenso de la densidad ósea, mientras que en la 2 no se ha comprobado esta alteración. El aporte de insulina estimula la formación ósea, mientras que altos niveles de hiperglucemia originan descensos importantes en esta neoformación: esto indica que el deterioro óseo está relacionado con un mal control de la enfermedad. Así pues, en el tratamiento con implantes en pacientes diabéticos, habría una alteración en el proceso de remodelación y en la mineralización del hueso, originando un descenso en la oseointegración del implante. Estos problemas se minimizan si hay un buen control de la enfermedad, con niveles de glucemia correctos.
Así pues, podemos decir que la diabetes es una contraindicación relativa para el tratamiento con implantes, y que el pronóstico va a depender en gran medida de que haya un buen control de los niveles de glucemia pre y post tratamiento, junto con otras medidas periquirúrgicas, lo que hace que la tasa de supervivencia de los implantes en este tipo de pacientes se mantenga en unos niveles aceptables, alrededor del 90% pasado el primer año de uso.
Salud oral y embarazo
“Cada embarazo cuesta un diente”. Esta es una frase popular que escuchamos con frecuencia en la consulta, aunque con distintas matizaciones. Sin embargo, tal afirmación no es cierta.
Hay una serie de cambios hormonales en la mujer gestante, como el aumento de la progesterona, que actúa a nivel de la vascularización de la encía, produciendo dilatación capilar, y quizás, alteraciones de la reacción inflamatoria ante la presencia de placa dental. Si esto sucede en una boca sana, bien controlada y con una buena higiene, apenas habrá alteraciones.
Si por el contrario, se trata de una boca con problemas preexistentes, no corregidos, éstos se agravan aumentando la respuesta inflamatoria de la encía ante factores irritantes locales (sarro, presencia de placa por una mala higiene oral, prótesis mal ajustadas, etc…), dando lugar a la Gingivitis del embarazo: la encía aparece roja, tumefacta y sangra fácilmente. Esto tiene lugar hacia el tercer ó cuarto mes de gestación, y alcanza su mayor intensidad en el tercer trimestre. En algunos casos, aparece incluso una tumoración en la encía, de carácter benigno, el Pseudotumor del embarazo ó Epulis gravidarum, blando, rojizo y que sangra con mucha facilidad.
Estos problemas aparecen en la mitad de embarazadas sin control oral y su tratamiento debe ser realizado por el dentista, además de que la embarazada deberá mantener una completa y correcta higiene oral.
La tumoración antes mencionada, suele desaparecer sola tras el parto, aunque ocasionalmente se la debe extirpar antes por dolor, ulceración, etc.
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